Miserabilis est per secula seculorum

De nuestras entrañas brotan los más extraños sentimientos
y afloran en forma de palabras cáusticas
que asombran y sorprenden con su crepitar insolente.

Ayer escuché de esas palabras ensuciando unos suaves labios matutinos.

Un odio intestinal subió por mis arterias colmando mi corazón angustiado,
pensé en mi honra malherida y en la querella resultante,
pero me detuvo un frágil pensamiento.

Recordé haber sido yo quien más de alguna vez
fulminó un orgullo expresando sentimientos
con transparentes significantes echados al olvido.

Me pareció comprender la necesidad de expulsar
ese vómito incontenido que infla el pecho de satisfacción.

Empero, defeco sobre todos aquellos que osen blandir
sus pesados garrotes de incomprensión sobre nuestra magna obra:

¡Larga vida a La Cornucopia!