Ope el gautama latinoamericano

Dicen que la historia fue así:
¿Qué puede más? —comenzó a enunciar el sumo sacerdote, provocando una lluvia de baba que cubría el espacio que lo separaba de sus discípulos: ¿un peo exonerado de la gran rajaza del cielo o quizás la sonrisa eterna de un Kami shintoista? Ahí todos estatuas, cavilando la respuesta algunos, porque sabían que en ello radicaba que el viejo culiao no se calentara y agarrara a palo a todos por hueones.
Como alumbrao, iluminado en su jerga casi devaganírica, Gautama, el más negro del grupo, suspendió un instante sus cautas palabras en el océano de lo incomprensible, provocando una vibración general en los ojos estupefactos de los escudriñadores, enunció:
"El Agua en la jarra y la nube en el cielo"
El monje superior como temiendo su desconcierto sólo quedó mute, a guisa del árbol tras la tormenta. El silencio supuso la ostentación de Gautama por sobre sus colegas y lo entronizó como un gran gozador, el bacán del grupo.
Así fue la historia, dicen.