Un alien con trarilonko

Un alien con trarilonko, cuentean las lenguas, decidióse cierto día de otoño avenirse a la tierra a solidarizar con la causa de los mapuche.
Aparecióse extraño personaje en una de las oficinas de Endesa. Allí, el encargado asustado como los que se asustan de lo desconocido lo remitió al jefe de sección, quien a su vez al de gerencia. Este le contesto en idioma peninsular que la balanza ya había sido cargada, que la hora de la muerte amén estaba echada sombre los peñis. Luego preocupado como los que usurpan lo ajeno encerróse en su oficina para deshacerse entre papeles y cuentas pagadas con gracia y soltura.
Nuestro héroe de espacio dirigióse hacia un compañero afanado en protesta contra los pacos. Y su witruwe veloz descargaba kuras a diestra y siniestra.
El compañero desconfió.
El alien con trarilonko preguntó:
Chem mi duam?
El compañero creyendo que aquello era perorata gringa disparó sus cargas contra nuestro iluminado amigo, cuyos ojos eran más oscuros que la noche.
Desanimado ante la actitud de los luchadores de la causa se remitió a un impenetrable bosque de especies milenaria, gracias a la ayuda de su nave que todo lo surca.
—Qué increíble es—pensó en su lengua extraterrestre—este bosque con su poder de milenios. ¿Será que los humanos de la urbe no pueden captar esta energía tan poderosa?
Y habiendo contemplado el curso de la causa mapuche retornó a su nave, para cerrar los ojos translúcidos de su fondo oscuro y retornar a su planeta deseoso de que todo saliese bien. De que algún día ese poder reservado en el más recóndito rincón del bosque milenario alcanzara el interior de todos los seres terrestre o de más allá.