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El precepto humano de salvación divina se fue a la chucha hace ratito. Entonces, ¿Quien liberará al ser humano de ser salvaje y su ímpetu de convertir oscuridad en realidad?. Quizás, algún día, algunos de los que deciden por nosotros se dignaran por cuea a entregar alguna dádiva. Quizás sea un mono pintado con mierda a través del mural de la historia. Quizás, en pos de redimirnos, nos miremos con cierto desconcierto y digamos que no nos importa, pero quizás, cuando el hombre olvide sus preceptos, nadie le impedirá ser tan animal como para merecer la muerte. Y de otorgarla al mismo tiempo.


Como pastora de los campos, la canción me enseñó el camino, y dí nombre a los innominados.

Por siglos soportamos el yugo de aquello que denominabamos realidad. Comprábamos el pan con el sudor de nuestra raja y las piernas nos dolían con el andar trémulo. Nuestra boca hablaba sólo para proferir el destino cosido con el hilo de la modorra.

Pero el imbunche desató sus constricciónes, deshizo sus tripas constipadas, y en las postrimerías de la verguüenza, desnudo, alzó su grito portentoso. Y sin decir aguavá, se lanzó a desenmarañar el textum de la conciencia.

He aquí el resultado...

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