Épica Bogavantína, Capítulo II

Y fue así como Bogavante conoció la bohemia de Valparaíso y aprovechándose de la buena voluntad del chileno, se hizo de un puesto en la Universidad Católica de Valparaíso, donde ocupo la plaza en un curso de estudios generales titulado “Taller del Absurdo, o de Cómo la Poesía nos Permite Acceder a las Dimensiones Metafísicas donde los Valores se Van a la Cresta, Etc.” En la primera clase, Bogavante irrumpió desde un pastel cubierto con caca y violó a la mayoría de las alumnas. La segunda clase se pospuso debido a que las alumnas todavía no superaban los traumas sexuales de la clase anterior. En la tercera clase Bogavante, más repuesto de lo que él consideraba “métodos de enseñanza alternativos con el fin de expandir los horizontes mentales de sus alumnos” apareció después de 30 horas y media con una resaca evidente, con camisa y corbata, y pidiéndole perdón a sus alumnas y al Dios Todopoderoso, juró que reconocería a sus hijos naturales. La cuarta clase fue tan latera como la quinta, pero en la sexta nuevamente “hubieron incidentes” como dicen en la tele. Pretendiendo imitar el vuelo poético de las mariposas, Bogavante saltó reiteradamente sobre las faldas de sus alumnos hombres, recitando poemas de Rimbaud. La séptima clase se pospuso, debido a que los alumnos pidieron una sesión grupal con el psicólogo para saber cuales eran sus verdaderas tendencias sexuales. Con el tiempo, Bogavante empezó a coordinar con sus alumnos el acto poético final que, según él, marcaría la nueva era de la poesía universitaria. De alguna manera se consiguió el Teatro Municipal de Viña, lo que según los mandamases de la U “le daba un realce especial” a la ocasión. Era así como en el día del estreno del examen final del ramo general, todos los invitados llegaban en autos pomposos y con vestidos resplandecientes. Las damas exhibían bellos muslos cuando bajaban de los vehículos. Llegaba el Rector, el Obispo, el Gerente, la Vicerrectora y sus jerarquías inferiores. Tomaban asiento en las primeras filas sonriendo, a la espera del espectáculo.
Bogavante aparece bajo un foco y un aplauso lo recibe. Levantando la barbilla, camina a colocarse en el podio del director de orquesta. Tomando la batuta, dirige a la orquesta en una composición dodecafónica adaptada para concierto. En el segundo movimiento, la estrepitosa y arrítmica música se recuesta en una atmósfera tenue que acompaña a una melodía melancólica, mientras se abre el telón. En el escenario, una línea de perros tiñosos atados e inmovilizados se encontraba al fondo. Aparece el primer alumno con una escopeta. Después de leer un poema, dispara su arma sobre un perro, asegurándose de su muerte. Lo mismo hace un tercero, un cuarto y un quinto, después de cada muerte, más baba botaba Bogavante por la boca, hasta que en cacofonía estrepitosa salta al escenario a revolcarse entre los cadáveres.

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Anonymous Anónimo dijo...

Recuerdo el acto, precisamente, creo que fue el 99, después de la toma. Yo fuy con mi amigo el Luiso, realmente nos marcó la puesta-en-escena. Años después me acerqué a Bogavante, y le conté de cómo me había transformado esa obra poética que construyó esa tarde. Se acercó, me palmeó el hombro y me dijo: ¡La hice para ti!
¡Grande bogavante!

10:43 a.m.  
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