El último aullido
No hay sonidos
ni persistentes olores
ni siquiera siluetas
que surquen el ojo del que queda
sólo un devenir cancelado
entre paredes de grueso concreto
y pasos desolados
que buscan refugio
del frío,
de la memoria
A veces el viento,
u otro fenómeno cíclico
que despeja la atmósfera,
atiborrada de hechizos escalofriantes,
le repite que es
el último apóstata
del dogma de la especie.
Así se ve,
ante el pozo que refleja su rostro,
el último eclipse de la sensación,
tan lejana,
tantas veces.
Trata de beber
y todo le sabe a cabalgatas
de otros tiempos y pesares.
La huida es imposible
en el reino de lo absurdo.
Tan sólo un último fantasma, casi,
logra contemplar
la inmensidad,
para nosotros, el vasto reino
de lo que fue.
ni persistentes olores
ni siquiera siluetas
que surquen el ojo del que queda
sólo un devenir cancelado
entre paredes de grueso concreto
y pasos desolados
que buscan refugio
del frío,
de la memoria
A veces el viento,
u otro fenómeno cíclico
que despeja la atmósfera,
atiborrada de hechizos escalofriantes,
le repite que es
el último apóstata
del dogma de la especie.
Así se ve,
ante el pozo que refleja su rostro,
el último eclipse de la sensación,
tan lejana,
tantas veces.
Trata de beber
y todo le sabe a cabalgatas
de otros tiempos y pesares.
La huida es imposible
en el reino de lo absurdo.
Tan sólo un último fantasma, casi,
logra contemplar
la inmensidad,
para nosotros, el vasto reino
de lo que fue.
Etiquetas: Poemas miserables
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