Kaweshkar atómicos

El argumento era sencillo, firme e irrebatible. ¿Quién se tomaría la molestia de averiguar sobre un idioma casi extinto, aprenderlo en sus múltiples facetas para refutar mis ideas? Además, incluso si alguno de los estudiosos, contados con los dedos de las manos, lo enfrentase alguna vez, podría fácilmente acusarlo de sesgo científico o de prejuicio etnocentrista. Así de fácil era la labor de dar voz a los sin voz.

Decidió utilizar el qaweshqar. El solo nombre de este grupo de transhumantes que vivieron por milenios en los parajes más extremos del sur de chile era todo un misterio para la mayoría de sus compatriotas, que preferían el nominativo alacalufe, comeconchas, un insulto bien-intencionado por parte de los yaganes.

No necesitaba estudiar su idioma a fondo. Le bastaba con alguno de esos listados, que se atrevieron a garabatear los marineros ingleses para poder comerciar con ellos, para poder alimentar muchas de las conjeturas que le hacían perder el tiempo.

Comenzó a escribir entonces su investigación:

"Es sabido que la sabiduría de los pueblos canoeros de chile se dio a la tarea de recurrir a metáforas de elevado intelecto para referir a la aparente simplicidad de su ecosistema. Si bien ha sido muy poco el sustrato que ha podido llegar hasta nuestros atentos tímpanos y retinas, hemos podido dilucidar un menguado ápice del monumental misterio que rodeaba a estos eternos imigrantes de la eternidad austral."

Excelente para comenzar el estudio: críptico y autosustentable, merced las pomposidades del idioma de Valdivia. Luego comenzó a recuperar algunos conceptos e ideas. Continuó con una sonda al intelecto:

"Los qaweshqar no tenían término para definir flagelos como la bomba atómica. Su infinita sabiduría les previno de inventar tales vocablos y así mantenerse siempre fuera del escopo de las calamidades. No así el hombre moderno que tiene nombres que sacían hasta el colmo su deseo de extinción..."

Pensó en las conferencias y en los rostros fascinados descubriendo sentido en cualquier atolondrado dato que les lanzara. Podría haber más de alguno que disentiera, pero estaría preparado, ¿quién puede refutar una imagen o un audio?

Por eso, debía sazonar su argumentación con materiales curiosos. Oh, si tan solo pudiese recordar el nombre de esa última qaweshqar (o era selk'nam, en fin...) que pudo ser grabada meses antes que falleciera y con ella un pequeño anaquel de la gloriosa biblioteca oral kaweshkar. Si solo pudiese hacerse de esas cintas, que con voz de infinito narran de otras distancias y antigüedades...

Podría incluso decir que la había conocido y que merced a su extenso trato y amistad, llegó a conocer sobre el otro modo de existir; más simple, sin las ataduras de cables y el deslumbramiento de pantallas.

Abrió el internet y tecleó las palabras claves: "última mujer selknam".

La tecnología le dio su respuesta.

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Blogger Translaughter dijo...

Wena Broder, En realidad es fácil ser la voz de los sin voz, especialmente para que lo escuchen los que no tienen oídos, Saludos y gracias por revivir la cornucopia!

9:12 a.m.  
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