el niño que juega con sus heces

El niño que juega con sus heces, ludificando aquellas jornadas en la inconciencia de sus padres autóctonos. Entonces agarra aquellas fecas blandas, como crema, y se las esparce por la cara. Emana una sonrisa inocente, como si el secreto de su comprensión fuese una sombra tenue en las pantallas del futuro. Parece que fuera una conjetura abstrusa a la mierda cotidiana. Yo lo veo, y desearía también agarrar aquellas heces inocentes y esparcírmelas por la cara también, volviendo al sueño olvidado, volviendo al punto de origen. Y ver todo nuevamente caer hasta los parajes civilizados por donde deambulan las sombras del sueño eterno, aquel sueño olvidado de redención y cielo. Ahora cagados hasta las masas devuelven los pasos al camino, en busca del sentido perdido, aquella explicación simple de la vida. Esas metáforas baratas que llevaron la gloria a los ballenatos nobeles que babeaban sus páginas, varados en la playa de su gran fortuna.

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