Ope, en el grandioso cagazo

Ya lo sabía yo dijo, Ope el miserable, sobre la gran obra maestra que tenía delante.
Se trataba de un proyecto en conjunto y evolucionante, ven a verlo le dijo su amigo.
Todo comienza con un adminísculo electrónico capaz de recabar por medio de terminales las contribuciones literarias de todos quienes lo deseen, de ese modo promoviendo el pilar inspirador de nuestra sociedad: la comprensión suprema entre todos los miembros sin distintinción de edad, género, procedencia, u otra clase de discriminación.
Qué bueno, le dice a sus contertulios. De ese modo podremos compartir nuestras vivencias, estaremos juntos y en mutuo conocimiento como cuando nuestra mocedad.
Así todo marchó grandioso, conforme se respetaban las reglas de convivencia y parámetros técnicos básicos del artilugio: No usar fondos brillantes, evitar las escalas de grises, buen contraste entre la letra usada, evitar las faltas a la ortografía, y una serie de etcéteras, que trataban de conservar la inteligencia y comprensión del sistema de comunicación singular.
No obstante, Ope, un día, probó modificar la estructura básica del sistema, generando en su proceder el caótico incumplimiento de los mecanismos básicos. No porque fuese avieso o dado a las ínfulas, sino por el simple hecho de experimentar con la tan ansiada y resguardada realidad, motivo que efectivamente había servido de germen inspirador para el proyecto todo.
Pero sus colegas así no lo comprendieron y lo acusaron de irresponsable e incapaz y lo conminaron a regenerar el antiguo sistema.
Y allí estaba aguardando que llegue el momento en que pueda aprender más para llevar a cabo sus anhelos de hermosas obras miserables.

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