Miserable miseria

Con dos chauchas pal peso, nos encontramos pidiendo monedas a quien se nos ponga por delante. Claro que no somos pordioseros, más bien somos porfavorseros. Se nos atraganta la saliva en el esófago y las palabras salen atropelladas: "compare, lo que sea su cariño, con lo que pueda, yo de ahí me arreglo y se lo pago". La miserable miseria a la que nos lleva la rebeldía. No se saca nada con querer ser libre. Nos hacemos más esclavos con cada paso que damos, con cada nueva sonrisa hipócrita, con cada minuto robado al tiempo. Nos había cambiado el semblante cuando adquirimos el dinero plástico, (al fin teníamos el ansiado poder adquisitivo) pero cómo nos dolió después haberlo tenido. Olvidamos que se trataba nada más que de capacidad deudora. El ansiado y mortal crédito. Aquél leprechaun pícaro que nos engolosina con su oro y finalmente nos estafa, dejándonos con una mano por detrás y la otra por delante. Echémosle la culpa al capitalismo, mejor no, echémosle la culpa al consumismo. Da igual. Yo me pregunto, ¿en qué nos hemos convertido? ¿No era nuestro antepasado pretérito mucho más feliz en la simpleza de su vida cotidiana? ¿Qué diría el homo erectus que se estiró por vez primera para atisbar el horizonte, bien para reconocer a su presa o a su depredador, o quizás para recoger la fruta inalcanzable del esquivo árbol o para divisar de noche la estrella que lo guiaba? ¿Qué diría ese homínido si supiera las penurias del homo sapiens, milenios después de su gran proeza (el haber estirado el pescuezo para ver más allá, quedandose así para siempre, muy a su pesar quizás)? ¿Qué pensaría de las catedrales de papel, de las rancias instituciones? ¿Qué pensaría de los artilugios facilitadores/complicadores de la vida? ¿Qué pensaría del destino alienado de sus descendientes? ¿Qué resolvería hacer con su vida de erectus después de tener tan abrumadora visión? Probablemente sentiría la pesada carga de la historia sobre sus hombros y se encorvaría nuevamente como la babosa que pisa la sal, retorciéndose en remordimientos por haber siquiera osado levantar la mirada. Se convertiría en el homo poenitens. Y su estirpe sería una adoradora de la tierra, de los rituales atávicos, de la vida en comunidad, del sexo libre, de la propiedad colectiva... al parecer nuestro destino sólo pudo haberse cambiado en su origen, hace milenios. El homo sapiens ya no tiene vuelta. Seguirá depredándose a sí mismo hasta la extinción, o bien, aniquilándose en perfecto equilibrio como la serpiente que se come la cola, así eternamente. Yo seguiré autoaniquilándome, para no ser menos.

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Anonymous Anónimo dijo...

es miserable, che
pero apocalipticamente esperanzador
http://en.wikipedia.org/wiki/Ouroboros
cacha

11:17 p.m.  
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