La Muerte del Papa Juan Pablo II
He de dar testimonio a las futuras generaciones de miserables que recorran estos fútiles parajes, de qué manera me afectó la muerte del Papa Juan Pablo II. La primera lástima fue realizada en los mismísimos momentos de su agonía, cuando con un ser igual de blasfemo que yo apostamos 5 lucas sobre la muerte del cura. Y era la apuesta a mi favor si hubiese muerto el viernes primero de abril. Sin embargo, murió al día siguiente, haciéndome perder dinero que después de todo aún escaseaba en mis bolsillos.
Pero hubiese sido sólo aquel infortunio, mas su hálito a muerte habría de dar su último soplo sobre mi persona el día lunes, cuando aun el cuerpo se descomponía en la vigilia de aquellos que como buitres resguardan el cuerpo del sumo pontífice. y como cualquier lunes realizo mi viaje a Valparaíso, solo para vaciar mis conocimientos e iluminaciones terminológicas, mis narraciones de sueños progresistas en los cuales se canta sobre naciones organizadas en equipos terminológicos que observan emocionados los registros que mantendrían la info léxica para el análisis de las futuras generaciones, por unos cuantos pesos que saciasen mis necesidades humanas. Y no era sorpresa para mí que nadie me hubiese informado que tal funesto día era mi obligación ni siquiera acercarme a las aulas cristianas, ya que por algún tipo de acuerdo, se estimó que era justo y necesario cerrar la universidad y no permitirle la entrada ni salida a quienes quisieran ejercer sus labores profanas y paganas, tales como realizar lecciones programadas por meses, y tampoco siquiera pensar en el desembolso de cheques desde las arcas santísimas de quienes lloran a mares por la pérdida de sus símbolos religiosos. Aquella herejía no podía ser avalada por los cancerberos que mantenían cerradas tales dependencias, los que muestran sus jetas creyentes desde el interior, emitiendo gruñidos que escarmientan a los infieles que aparezcan para desvirtuar el riguroso luto.
“Las actividades académicas y administrativas se encuentran suspendidas por la muerte del papa” era su lei motif, como si en aquella aseveración se infirieran todas las razones que justifican el ocio de sus enclaves.
Sin esperar mayores detalles me alejé de la casa de estudio, como quien se aleja de la Sodoma de la estupidez humana, esperando encontrar mayor cordura en las otras estaciones de la ciudad puerto, la cual me vi obligado a recorrer cual alma en pena, hasta que los muertos hubiesen llorado lo suficiente a sus muertos, y decidieran volver a rehacer los órdenes habituales.
Entonces, entre los sentimientos encontrados, decidí quedarme en este submundo grotesco, abandonado por aquellos que me contrataron y sin poder encontrar a mis amigos, cuyas obligaciones diarias no se veían supeditadas a las histerias de los ilusos.
Y mientras busco un lugar donde depositar los escasos minutos que se me otorgan y que son pagados por las autoridades universitarias, me lanzo al recorrido itinerante del puerto en busca de una luz de mentira, de neón manchado con mierda, en la cual darme de cabezazos como polilla mutante, convertida en docente universitario incapaz de salir libre de los rencores de los años perdidos, mirando el saber desde lejos, como Moisés, sin poder hundir mis cochinos dedos en la tierra santa, aquella felicidad prometida, pero nunca recibida.
Entonces lo supe. Estaba destinado a la miseria e infelicidad. La felicidad se me había prohibido y la vida que se me dio tenía como destino la ejemplificación de cómo no se debe llevar la subsistencia, qué es lo que no hay que hacer para ser feliz. Y soy valiente por querer saber como termina esta triste historia.
Etiquetas: Ser miserable, Ser profe y miserable
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¡Qué gran mensaje de amor y paz nos entregó su santidad!
Es inconcebible la forma en que se denosta tan magna figura en este escrito, sobre todo por un docente de nuestra casa de estudio!
Crucificadle!
Buena compadre, excelente escrito!
Al menos nos queda la valentía, último baluarte del virtuosismo, pero sólo en apariencia, por que la valentía tiene la función de mostrarnos que no somos valientes, sino míseros cobardes... y otras verdades supremas que el ancho de este comentario, a lo teorema de Fermat, es demasiado angosto para contenerlas...
<< Pa la casa!