Algún día

Algún dia todos los aspectos de la realidad de un hombre se encontrarán gobernados por la razón de los ceros y unos. Un computador calculará nuestros movimientos cardiacos. Un programa acelerará o disminuirá el azúcar en nuestra sangre. El tráfico diario será expedito o parsimoniado por medio de centrales computacionales, que gobernarán también cada aspecto de nuestra existencia, la rutina se conservará en un archivo informático y a él tendrá acceso el gobierno, controlando cualquier ápice de irracionalidad que pueda ocurrírsenos. Los sentidos serán superfluos pues los controles de nuestros movimientos no estarán gobernados por el azar o la necesidad actual, todos y cadas unos de nuestros movimientos serán orquestados desde el corazón informático de la urbe y en una especie de danza cadavérica iremos hacia nuestros oficios y labores, con el ceniciento color de la muerte en nuestros ojos apagados.

Pero hay una cosa segura en ese infierno futurista, algún creador loco confeccionará el virus informático necesario para desvirtuar aquel gran maya de la razón, desordenar aquel edificio majestuoso de algoritmos remilgados, y allí, en el seno poético de su maravillosa destrucción surgirá feroz el desosiego.

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