Las 1000 muertes de Eleuterio Rojas - #0002
El misionero hundió lentamente sus pies en la batea de agua caliente que le habían preparado algunos nativos cristianos de Molokai: "No está muy caliente", le espetó a su siervo, ignorando el vaho que escalaba por la penumbra de la chosa. No esperó réplica alguna; un escalofrío galopó por su espalda anciana y se dio cuenta, el Padre Eleuterio, de que por fin las alas veloces de la lepra habían llegado a tocarlo. Ni la probable canonización, ni las caderas polinésicas de los aborígenes le devolvieron la sonrisa amplia que había tenido hasta ese entonces.
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