Las 1000 muertes de Eleuterio Rojas - #0002

El misionero hundió lentamente sus pies en la batea de agua caliente que le habían preparado algunos nativos cristianos de Molokai: "No está muy caliente", le espetó a su siervo, ignorando el vaho que escalaba por la penumbra de la chosa. No esperó réplica alguna; un escalofrío galopó por su espalda anciana y se dio cuenta, el Padre Eleuterio, de que por fin las alas veloces de la lepra habían llegado a tocarlo. Ni la probable canonización, ni las caderas polinésicas de los aborígenes le devolvieron la sonrisa amplia que había tenido hasta ese entonces.

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Las 1000 muertes de Eleuterio Rojas - #0001

Qué triste espectáculo daba Eleuterio. Allí en el suelo como una insecto desarmado, con toda su relojería saguinolenta repartida. Por aquí las hojazas de pan y el café desparramado. Acullá las masitas que tanto le gustan a su señora y el diario vespertino que ya no podría leer. Acá mismito, el celebro goteando de a poco... quién iba a pensar que un conductor al volante giraría más rápido que de costumbre, perdería el control del vehículo, y arrollaría al pobre Rojas, quien sólo había ido a comprar el pan al súper y deseaba más que nunca rematar el viernes, la laboriosa jornada de siete días, tomando té con su esposa...

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