Mecánica General

Era aquel vistazo a la juventud aquel espasmo intransigente que cerceno y declaro que a lo mucho poco. Y a que se estructurara mensaje a pesar de aquello. Era yo un púber entonces, que le miraba las piernas a las clientas buenonas que acudian a la oficina del negocio de mi padre, en un taller mecánico de la calle carmen, sector 10 de Julio, barrio dedicado a hacer minas ambulantes de los cacharros tercermundistas que erosionan las grandes alamedas abiertas cuales meretrices del barrio hermano de San Camilo. Eran aquellos barrios escuelas los cuales formaron mi visión de la realidad, y las enseñanzas de mi padre, que más que ser lecciones de terminología en los pedazos que componen la maquina, eran lecciones de vida aplicables a todos lo eventos vitales. Lecciones tan importantes como el regateo, el aseguramiento, y el carrileo a costa del cliente. El que si el precio de la caja de bujías en vitrina es 1000 pesos, en realidad son 500, y con el cargo inverso a la boleta pal cliente, quien es en el fondo el que pagará por los descuentos de terceras partes. El que si encontrai el capot bueno en la primera desarmaduría, dejai luca por reservarlo. Probablemente se venda a un mejor postor, pero podí después sacar otro buen descuento más adelante, como por un código de ventas intrínsico, que perduraba con el tiempo, o que lavando las piezas en bencina estas pasan por nuevas, hasta por factura, fíjate. O que metiendole un pimiento al radiador se tapan los agujeros en las cañerías, o el radiador completo, si se carece de la maestría para realizar tal maniobra. O que si aseguraí el auto con radio, le pedih a alguien que te preste la radio bacansísima que tiene. Después que sacai el seguro, devolvi la radio, y reportas que te robaron la radio. El seguro paga.
Esas y otras triquiñuelas son aplicables a diversidad de situaciones que aparecen en la vida, y han sido buen pan duro para roer con lágrimas.

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