I - Internacional Miserable
Es bien sabido que en los albores del siglo XXI surgió una suerte de movimiento político-artístico-literario dedicado a reivindicar el sentimiento, posmodernista y posdadaísta, de la miserabilidad de la condición humana. Dicho movimiento cobró su máxima representación en los trabajos de pensadores, musicólogos y artistas gráficos como Erector Cabrera o Rodrigo Bascunant y Aldacius Ribeiros. El fulgor de aquellas lumbreras tuvo tal revuelo que muchos otros hombres destacados de la filosofía, las artes y las letras se sumaron y contribuyeron a desarrollar el aparato reproductor de miserias que estos pioneros lanzaron al mercado.
En todas partes del mundo surgieron, como callampas, avogadores del sentimiento miserable. Las economías sufrieron las debacles de la desidia y la modorra, frutos primigenios de la labor de semejantes genios.
Llegó un momento en que el mundo se paralizó. Se formó una nebulosa que no permitía distinguir realidad de ficción, verdad de virtualidad, razón de sinrazón, torpeza de genialidad, atributo de defecto. Lo bueno era a la vez malo, y lo malo aún más malo.
La humanidad involucionó. Se formaron tribus urbanas, que poco a poco, emigraron de las ciudades, se establecieron en pequeñas comunidades gregarias. Desapareció todo vestigio de invención o creatividad humana. Las bestias heredaron la tierra y la mujer se convirtió en líder de la raza humana. Fue el fin de milenios de dominación masculina. Fue la muerte de la civilización entendida por los hombres. El mundo olvidó todo lo que antes hubiera sucedido. Los hombres terminaron por extinguirse, ya que en el nuevo orden, las mujeres hallaron la manera de mutar y autoprocrear.
Quien les relata esta historia se llama Balbuena Ojeda, hija de Ojeda Pereira, hija de Villalón Palma, hija de Robles Ribadeneira, hija de... bueno, no viene al caso relatar la genealogía de la autora.
Si quiere seguir leyendo la historia de los orígenes de la civilización neo-occidental en La Enciclopedia Cornucopiada, edición año 6096, mande sus comentarios, no sea miserable.
En todas partes del mundo surgieron, como callampas, avogadores del sentimiento miserable. Las economías sufrieron las debacles de la desidia y la modorra, frutos primigenios de la labor de semejantes genios.
Llegó un momento en que el mundo se paralizó. Se formó una nebulosa que no permitía distinguir realidad de ficción, verdad de virtualidad, razón de sinrazón, torpeza de genialidad, atributo de defecto. Lo bueno era a la vez malo, y lo malo aún más malo.
La humanidad involucionó. Se formaron tribus urbanas, que poco a poco, emigraron de las ciudades, se establecieron en pequeñas comunidades gregarias. Desapareció todo vestigio de invención o creatividad humana. Las bestias heredaron la tierra y la mujer se convirtió en líder de la raza humana. Fue el fin de milenios de dominación masculina. Fue la muerte de la civilización entendida por los hombres. El mundo olvidó todo lo que antes hubiera sucedido. Los hombres terminaron por extinguirse, ya que en el nuevo orden, las mujeres hallaron la manera de mutar y autoprocrear.
Quien les relata esta historia se llama Balbuena Ojeda, hija de Ojeda Pereira, hija de Villalón Palma, hija de Robles Ribadeneira, hija de... bueno, no viene al caso relatar la genealogía de la autora.
Si quiere seguir leyendo la historia de los orígenes de la civilización neo-occidental en La Enciclopedia Cornucopiada, edición año 6096, mande sus comentarios, no sea miserable.
Etiquetas: Cuentos miserables, El otro humor, Enciclopedia Cornucopiada, Politically Incorrect, Ser mujer y miserable
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